Más que
centrarse en la etiología del problema, se concentra en las características
conductuales de éste, con la finalidad de desarrollar estrategias de tratamientos
objetivos y congruentes con problemas presentados por sujetos autistas.
Conductualmente se conceptualiza la sintomatología clínica del autista
esencialmente como un empobrecimiento de repertorios conductuales, en términos
del nivel de frecuencia y complejidad, debido al fracaso de los padres para
reforzar o atender al niño en sus primeras interacciones con los adultos. En
este sentido se explica el autismo con base en la teoría del reforzamiento,
especificando que éste obedece a la ausencia de aspectos reforzantes en la
situación social del niño. El autismo es considerado como un desorden
extremadamente grave de aculturación, resultado natural que empieza por
cuestiones del reforzamiento deficiente en la primera infancia.
1. Un énfasis
conductual: Esto supone no sólo la imposición de estructura y recompensa de
comportamientos apropiados cuando éstos ocurren, sino también la aplicación de
algunas intervenciones técnicas más, como el empleo de ensayos discretos,
producir cambios en el control e estímulos, estableces discriminaciones entre
Estímulos discriminativos y estímulos delta, y otros más.
2.
Participación de la familia: Los padres y otros miembros de la familia deben
participar activamente en la enseñanza de su hijo. Sin esta participación, los
avances hechos en tornos profesionales como programas de educación especial,
clínicas, raramente conducen a una mejora del funcionamiento en el hogar.
3. Instrucción
a (uno a uno): Por aproximadamente los primeros 6 a 12 meses de tratamiento, la
instrucción debe ser individualizada en vez de en grupo porque los niños con
autismo aprenden mayormente en situaciones individualizadas (Koegel, Rincover,
& Egel, 1982). Esta instrucción necesita ser supervisada por profesionales
licenciados que están instruidos en el análisis de conducta aplicada.
4.
Integración: Cuando un niño está listo para integrarse en una situación de
grupo, el grupo debe ser tan "normal" o "corriente" como
sea posible. Los niños con autismo tienden mejor cuando están con niños
normales que cuando se les sitúa con otros niños con autismo (Strain, 1983). En
la presencia de otros niños con autismo, cualquier comportamiento social que
puedan haber desarrollado generalmente desaparece en unos minutos (Lovaas &
Smith, 1988), presumiblemente porque no es recíproco. La simple exposición a
niños normales, sin embargo, no es suficiente. Los niños con autismo requieren
de instrucción explícita de tutores entrenados en cómo interactuar con sus
compañeros (Strain, 1983).
5.
Globalización. Los niños con autismo inicialmente necesitan que se les enseñe
prácticamente todo. Disponen de unos pocos comportamientos apropiados, y los
comportamientos nuevos deben enseñarse uno a uno. Esto es debido a que la
enseñanza de un comportamiento raramente conduce al surgimiento de otros
comportamientos que no han sido directamente enseñados (Lovaas & Smith,
1988). Por ejemplo enseñar estrategias de lenguaje no conduce inmediatamente al
surgimiento de estrategias sociales, y enseñar una estrategia de lenguaje, como
pueden ser las preposiciones, no conduce inmediatamente al surgimiento de otras
estrategias de lenguaje como pueden ser los pronombres.
6. Intensidad:
Tal vez como corolario de la necesidad de globalización, una intervención
requiere un gran número de horas, alrededor de 40 horas a la semana (Lovaas
& Smoth, 1988). Diez horas a la semana es inadecuado (Lovaas & Smith,
1988), como lo son 20 horas (Anderson, Avery, Dipietro, Edwards, &
Christian, 1987). La mayor parte de las 40 horas, al menos durante los primeros
seis a doce meses de la intervención, deben situar su mayor énfasis en remediar
déficits de habla y lenguaje (Lovaas, 1977). Después, este tiempo se divide
entre proporcionar la integración con los compañeros mientras se continúa
remediando deficiencias de habla y lenguaje.
7. Diferencias
individuales: hay grandes diferencias individuales en la respuesta de los niños
al tratamiento conductual. Bajo circunstancias óptimas, una minoría
considerable de niños obtendrá y mantendrá un funcionamiento "normal"
(McEachin, Smith and Lovaas, 1993). Estos niños pueden clasificarse como
"los que aprenden auditivamente”. Los niños restantes, "los que
aprenden visualmente", no recuperan con el tratamiento en este momento, y
requerirán tratamiento individualizado intensivo durante el resto de sus vidas,
para continuar su desarrollo y prevenir recaídas.
AUTISMO,
ENTRENAMIENTO VERBAL
El nivel de
lenguaje receptivo y expresivo que pueden alcanzar los niños autistas, parece
estar relacionado con la edad del niño cuando se inicia la intervención, así
como la naturaleza del desarrollo verbal y de las conductas inadecuadas del
niño es ese momento. Para Lovaas (1978), el entrenamiento verbal de los niños
autistas tiene más probabilidad de ser eficaz cuando se comienza a trabajar con
ellos antes de los 40 meses de edad. Con estos niños la mejoría ocurre dentro
del primer año de entrenamiento. Por otra parte, con niños mayores, el progreso
es mucho más lento y rara vez alcanza el nivel máximo de desarrollo del
lenguaje. Lo que es más, el efecto del entrenamiento es reversible a menos que
la contingencia de reforzamiento utilizada durante el entrenamiento pueda
mantenerse en al ambiente posentrenamiento.