El enfoque conductual del autismo, más que centrarse en la etiología
del problema, se concentra en las características conductuales de éste, con la
finalidad de desarrollar estrategias de tratamiento objetivos y congruentes con
problemas presentados por sujetos autistas.
Conductualmente se conceptualiza la sintomatología clínica del autista
esencialmente como un empobrecimiento de repertorios conductuales, en términos
del nivel de frecuencia y complejidad, debido al fracaso de los padres para
reforzar o atender al niño en sus primeras interacciones con los adultos. En
este sentido se explica el autismo con base en la teoría del reforzamiento, especificando
que éste obedece a la ausencia de aspectos reforzantes en la situación social
del niño (Ferster 1961).
El autismo es considerado como un desorden extremadamente grave de
aculturación, resultado natural que empieza por cuestiones del reforzamiento
deficiente en la primera infancia (Hamblin, Buckholdt, Ferritor, Kozloff y
Blackwell 1976).
Las características conductuales fundamentales de los sujetos autistas han
sido definidas en términos de:
Déficits sensoriales y afectivos. Consisten en el hecho de que la
estimulación visual y auditiva del medio del niño no afecta su conducta de la
manera normal. El niño autista aparentemente no escucha o no ve porque no hace
caso a este tipo de estimulaciones. Sin embargo, es evidente que no existe un
déficit sensorial real, ya que en ciertas ocasiones el niño manifiesta su
agudeza visual y auditiva. En cuanto al déficit afectivo, se refiere a la
indiferencia que muestra el niño con respecto al afecto que le demuestra la
familia; no se ríe apropiadamente ni se muestra triste o deprimido.
Aislamiento. El niño autista parece vivir en un mundo propio donde las
interacciones con personas y objetos no tienen significado; permanece la mayor
parte del tiempo aislado de los que le rodean.
Autoestimulación. La conducta del niño se centra en conductas
estereotipadas y repetitivas sin finalidad aparente, más que la estimulación sensorial.
Ejemplos de estas conductas son el mecerse, girar objetos, realizar movimientos
extraños con las manos y sostener la mirada en objetos.
Berrinches y autodestrucción. Frecuentemente el niño autista hace berrinches,
que incluyen la agresión hacia los demás, por medio de patadas, rasguños,
mordeduras y pellizcos. Además, puede manifestar conductas autodestructivas
tales como golpearse la cabeza contra la pared, morderse y pellizcarse.
Déficits de lenguaje. La mayoría de los niños autistas son mudos, pero
en ocasiones pueden tararear una melodía simple o emitir sonidos aislados.
Otros tienen lenguaje, pero éste no es funcional, ya sea porque son ecolálicos
o porque su habla no tiene sentido.
Una gran cantidad de estudios realizados en situaciones controladas han
comprobado que estas características conductuales del autista están determinadas
por aspectos ambientales específicos y que pueden ser desarrolladas o
eliminadas, según sea el caso, proporcionando la estimulación ambiental
requerida. También ha sido posible el establecimiento de respuestas verbales y
no verbales, por medio del reforzamiento; la eliminación de conductas
autodestructivas y de autoestimulación, por medio del tiempo fuera, extinción y
sobrecorreción; la cooperación y contacto físico, por medio de modelamiento,
etc.
En este sentido, no ha sido necesaria una teoría especial para explicar
el problema del autismo, ya que los conceptos y principios desarrollados a partir
de sujetos infrahumanos y humanos pueden ser aplicados, como una teoría general
de la conducta, al problema del autismo, conceptualizando éste en términos de
relaciones observables, funcionalmente definidas, sin hacer uso de
contribuciones hipotéticas o sin reducir las causas psicológicas del problema a factores
biológicos.
De acuerdo con la teoría general de la conducta, el autismo se
considera como un problema determinado por la interacción del sujeto con aspectos
biológicos, físicos y sociales, los cuales, a su vez, interactúan entre sí,
determinando de esta manera el grado de incidencia en el problema.
En este contexto es importante hacer referencia al papel del
reforzamiento intermitente y la extinción de conductas adecuadas de los sujetos
autistas; la historia del reforzamiento de conductas inadecuadas; la
utilización indiscriminada del castigo, y de otros factores como la saciedad y la
privación de reforzadores, que contribuyen indudablemente a la aparición del
problema. De ahí que la trayectoria del enfoque conductual del autismo se centre
en elaborar técnicas especiales de entrenamiento y preparar ambientes
psicológicos especiales para este tipo de sujetos.
Fester, C. B. y De
Myer, M. K., “The development of performances in autistic children in a
automatically controllrd environment”, en Journal of Chronic Diseases, 13,
1962, págs. 321-345
Hamblin, L. K., Buckholdt, D., Ferritor, D., Kozloff, M. y Blackwell,
L., Los procesos de humanización. Un análisisis social y conductual de los
problemas infantiles, Fontanela, Barcelona, 1976, págs. 163-191.