1. La depresión, como tal, no es
necesariamente la meta de la intervención, está deberá centrarse en desarrollar
y fortalecer alternativas positivas, que pueden hallarse en los repertorios del
sujeto, así como moderar (no reforzar) las respuestas aversivas.
2. Las conductas extrañas
desaparecen conforme las conductas positivas tienen mayor probabilidad de
resolver problemas.
3.
Las conductas de evitación, que favorecen, la clase de respuestas que llamamos
depresión y que se adquieren en tiempos intermitentes, son más difíciles de
superar que las que se adquieren en
tiempos no intermitentes. Como no se conocen las
circunstancias exactas en las cuales las personas adquieren determinadas
conductas, se infiere, si el cambio es difícil, que las conductas depresivas (o
indeseadas) se adquirieron en circunstancias intermitentes.
4.
En el caso del sujeto deprimido es difícil no reforzar la conducta de retiro,
quejumbrosa, o aversiva-evitativa del sujeto.
El aprendizaje que mantiene esta conducta es importante en la terapia; así
pues, es sumamente importante avanzar a fin de modificar estas consecuencias
conservadoras de la conducta.
5.
La aplicación de las
diversas técnicas sirven no solamente para el proceso de modificación de la
conducta, sino que relacionan las observaciones y formulaciones dentro de
la terapia con las de fuera de la terapia. Es
esencial que las formulaciones dentro de la-terapia y fuera de la terapia de la conducta del paciente estén sincronizadas y
conceptualmente claras y, por medio de la selección de una técnica conceptual,
muestran el camino hacia la modificación de la conducta.
(Phillips, 1977, PP. 135- 136)