Este registro se emplea, por lo general, como un primer paso
para comenzar a observar una conducta. Es un registro casi indispensable,
anterior a cualquier otro registro más específico.
Con él se obtiene información sobre una gran cantidad de
conductas y se tiene una idea de las variables que las están controlando;
asimismo, da una idea de la frecuencia de algunas conductas y de las posibles
categorías conductuales, y ayuda a seleccionar el tipo de registro que se ha de
utilizar posteriormente.
Si las conductas son peligrosas debe omitirse la evaluación
inicial.
Consiste en anotar, en términos de conducta observable, todo
lo que ocurre en una situación específica, durante el periodo de observación.
A partir de las observaciones se definen las categorías de
las conductas que se considera necesario registrar; para esto se divide el
protocolo de registro inicial en una escala que incluye antecedente, conducta y
consecuencias, para analizar de esta forma las condiciones en las que se
produce la conducta de interés.
Sus limitaciones más obvias son que el observador no puede
registrar todo lo que ocurre y que lo que se anota depende de la experiencia del
registrador; por otro lado, es difícil computar la confiabilidad y cuantificar las
conductas registradas.
Los datos de este registro no se pueden graficar.
(Galindo, et al., 1980)